El precio de alquilar y comprar, que si son galgos o son podencos, pero la casa sin barrer.
Justo a la vuelta de vacaciones ha emergido en el escenario la supuesta Ley de Vivienda del Estado, de la que solo se ha conocido algunas ideas por la prensa y algún que otro borrador filtrado, pero de la que habrá que esperar a su dicción concreta para poder valorarla en detalle. Aunque se otea una modificación del art. 20.1.b del TRLSR en el horizonte y esas reservas de VPP en las actuaciones de urbanización.
No obstante, ello no nos impide hacer alguna reflexión,
sobre todo ante tanta declaración en todos los sentidos y, seguramente, todas atizadas por la cercanía del 28-M.
De las opiniones que hemos podido escuchar llama la
atención el poco análisis y escaso reconocimiento que casi todas reflejan sobre nuestro sistema urbanístico, de propiedad y de la raíz de la conformación de los precios, sus componentes y derivadas, en lo que se refiere tanto
sean en alquiler como en compra. Y sin embargo, todo el mundo encuentra
argumentos para arrimar el ascua a su sardina ¿ideológica?
En esas argumentaciones sobre el alquiler, la compra y sus
incrementos de precio se percibe una gran ausencia, el impacto actual y posible
de los gastos y sobre todo de los deberes de la propiedad. Diríase que seguimos
viviendo, cuando no reforzando, en la disociación cognitiva de la propiedad civilista
y estatutaria.
Mientras unos luchan por el “a mi nadie me dice que puedo
o no puedo hacer con mi propiedad”, los otros niegan la exigibilidad de los
deberes de la propiedad al margen de quien sea su titular y su capacidad
económica, en una suerte de derecho selectivo en su vertiente redistribuidora
de la riqueza o del patrimonio. Mientras tanto, los unos por los otros “la casa
sin barrer”. Los bienes inmobiliarios deteriorándose y sin adaptarse a las
nuevas necesidades, el medio urbano que les sirve y les da identidad degradándose
de manera sistémica y todos esperando a unas ayudas que nunca llegarán porque
es imposible, por más rondas de fondos “Next” que se anuncien.
En mitad de estas necesidades colectivas nos encontramos con un “Déjà vu” un siglo después, o ¿acaso no suena esta ley a un nuevo Decreto Bugallal de hace algo más de 100 años? Lo bueno es que ya tenemos alguna experiencia de los efectos de aquella medida que duró hasta la Ley Boyer de1985 (pasando por Gobiernos de todos los colores), cuyos efectos fueron en parte ocultados por el desarrollismo, el crecimiento demográfico y la transformación socioeconómica (nuestro milagro urbanístico).
La cuestión es que ahora el escenario es otro, cuando no opuesto,
en sus tres facetas y sin embargo ahí vamos otra vez. La compra y el alquiler
siguen sin reflejar lo que soportan una y otra (o al menos eso parece) y mucho
menos lo que podrían tener que soportar, por lo que resulta difícil asumir
cualquiera de los discursos que se vierten en los medios, todo está
desdibujado. Nadie considera los deberes y las cargas reales de la propiedad en
una constante huida hacia adelante.
Mientras tendremos que esperar a la letra primero y a su
aplicación después para ver que alcance tiene este anuncio de Ley, siempre y
cuando que el TC no intervenga en el camino claro.
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