Obsolescencia y sostenibilidad urbana (3/4): El cambio de perspectiva

La previsión de los impactos sobre el medio urbano


Fuente: Danae Cortes

En el primer post de esta serie anudábamos el concepto de sostenibilidad al factor tiempo y, con él, a la necesidad de prever los impactos y necesidades del medio urbano a corto, medio y largo plazo, tanto cuando lo transformamos como cuando tengamos que reponerlo.

En el segundo post señalábamos las dos “falsas” soluciones con las que venimos abordando el problema de la obsolescencia urbana, que, al margen de las peculiaridades de cada una, se basan fundamentalmente en no hacerse preguntas o en no hacerse determinadas preguntas, porque se intuyen las respuestas incomodas y no deseamos tener que obrar en consecuencia.

En el primer caso de las soluciones urbanísticas resulta paradigmática la renuncia, cuando no desprecio, al análisis de la sostenibilidad económica que todas las actuaciones urbanísticas (de transformación) deben incorporar y cumplir ¿Alguien se pregunta de manera honesta cuáles son los impactos de la transformación urbana?

No es que dé igual si las actuaciones de transformación se producen sobre suelo rural (TRLSR 7.1.a.1) o suelo urbanizado (TRLSR 7.1.a.2 y 7.1.b), pero la práctica habitual consiste como mucho en preguntarse si son viables económicamente y no si son sostenibles económicamente. Como sabemos los conceptos son distintos y los destinatarios habituales también, la viabilidad para los propietarios y la sostenibilidad para la administración local preferentemente. Si la viabilidad reside en analizar si la actuación es rentable para los participantes en una actuación a la recepción de la urbanización (obsérvese que la urbanización o reurbanización se recibe y ahí se acaba todo, sin ulterior análisis), la sostenibilidad económica analiza y pondera que le ocurre a la administración respectiva (ayuntamiento) precisamente a partir de que se recibe esa urbanización (que es cuando empiezan los gastos para la administración), limitándose comparar los costes de la ciudad considerados en el presupuesto municipal con los ingresos generados, sin entrar a analizar si los costes de la ciudad considerados en los presupuestos son los reales o si ocultan algunos costes (como la amortización de la urbanización pública).

Pero incluso si solo se hiciera ese análisis de la sostenibilidad económica limitado (como exige el TRLSR 22.4) a las actuaciones de transformación, dejaríamos fuera la mayor parte del problema, la ciudad existente, y además tampoco estaríamos realizando la segunda parte del análisis que establece el precepto, el análisis de la suficiencia y adecuación de los usos productivos (por cierto ¿ha visto alguien este análisis en algún instrumento de planeamiento?). Lo que nos lleva a la segunda “falsa” solución que mencionábamos en el segundo post, las inversiones municipales en la ciudad existente.

Volvamos a la amortización. Cuánto cuesta una urbanización es una pregunta que habitualmente resolvemos con facilidad cuando hay una actuación de transformación, pero ¿y cuándo no la hay? ¿Y cuándo se debe reponer? Habitualmente no consideramos un concepto que en la ciencia contable y en los sectores empresariales es básica, la amortización (el reintegro al haber de la depreciación o destrucción de bienes que lo integran, DRAE). El coste de la urbanización no es solo lo que cuesta limpiarla y hacer las reparaciones urgentes. Si preguntamos a cualquier administración si tiene provisionado este importe/coste de amortización de la ciudad en sus cuentas, nos tememos que se fundirían los plomos.

¿Cuáles son los costes urbanos? ¿Los verdaderos costes urbanos? ¿Qué pagamos por ellos? ¿Cubren los pagos esos costes completos? Estas son preguntas incomodas que tendemos a no formular y que habitualmente damos por respondidas en virtud de la expresión “con lo que ya pagamos seguro que ya está más que pagado y si no es así, es porque alguien se lo está llevando crudo”. Error.

Está tan enraizado en nuestro ser el dogma del urbanismo del modelo clásico (el suelo se transforma/urbaniza una vez y ya es eterno) que nos impide ver la realidad, incluso a veces mediante imágenes edulcoradas de actuaciones de renovación urbana de todo “gratis” o espejismos de inversiones puntuales de adecentamiento de calles (¿Y lo que está debajo?), que, como lo paga la administración, es como si fuera también “gratis”.

Necesitamos abrir los ojos y un cambio de perspectiva.

La sostenibilidad no es un eslogan (por más que lo parezca en ocasiones). No es una cuestión exclusivamente medioambiental (como si todo fuera mejorar el rendimiento del consumo energético, separar las distintas corrientes de residuos o recuperar el agua entre otras medidas igualmente necesarias). Es un cambio de óptica. Es el concepto de incorporar la responsabilidad individual para con lo colectivo, acaso sin la necesidad de inventar nuevos mecanismos, puesto que ya disponemos de ellos, algunos todavía sin estrenar. Pero eso lo veremos en el siguiente post.

Próximo post: Obsolescencia y sostenibilidad urbana (4/4): Posibles respuestas

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