[V-S] Y 10.2 Recapitulación y final

Última entrega de la serie sobre Viabilidad vs Sostenibilidad.





[caption id="attachment_5029" align="alignnone" width="700"]Fuente: Deia Fuente: Deia[/caption]

En el post 10.1 de esta recapitulación en dos entregas abordábamos la forma miope en que conseguimos la viabilidad económica a corto generando la inviabilidad a largo, lo que calificamos de miopía temporal. Aunque lo de "miopía" no deja de ser un eufemismo porque




  • no vemos que enviando los costes al futuro simplemente agravamos el problema,

  • no vemos que, como en todos los timos, el afectado por la trampa no el que parece a primera vista: preferimos creer que enviando los costes al futuro timamos a la siguiente generación cuando el beneficiario de verdad es el prestidigitador inmobiliario (perdón, promotor inmobiliario) que obtiene beneficios contantes y sonantes a costa del beneficiario aparente,

  • no reconocemos el problema y cuando se hace evidente el desfalco, cincuenta años después, seguimos negándonos a ver el timo y, ante las evidencias manifestadas en situaciones como El Bullón, seguimos buscando un prestidigitador que nos vuelva a robar la cartera a cambio de la felicidad de creernos listos y ricos.


Decíamos que, además de la miopía temporal, teníamos una miopía espacial, que poníamos el foco en lo que ocurría a este lado de la raya (el ámbito urbanístico delimitado) y nos negábamos a ver  los problemas que provocábamos más allá de la raya, especialmente graves en épocas de regresión demográfica.


El milagro económico de la Ley del 56 fue crear ciudad sin inversión pública y con sustanciosos beneficios para los operadores inmobiliarios. Uno de los componentes que hizo posible este milagro, además de la trampas al solitario engañando al futuro, fue una importante migración del campo a la ciudad, de forma que los beneficios producidos en los desarrollos inmobiliarios se produjeron a costa de un importante quebranto económico en el campo: ¿cuántos inmuebles perdieron todo su valor a consecuencia del abandono del campo?




[caption id="attachment_5044" align="alignnone" width="700"]The economy journal .com The economy journal .com[/caption]

Con actuaciones como la pretendida en El Bullón buscamos la magia de la primera vez. Sin embargo, los crecimientos residenciales actuales no se apoyarían ni en la emigración de los campesinos, ni en la emigración desde otros países. Son el resultado, básicamente, del desplazamiento dentro de la misma conurbación (el impacto de la reducción del tamaño medio familiar es, en nuestra opinión, mínimo). Por ello, y tal como apuntaba, nuestro querido amigo José Luís Azkarate en su comentario a la primera entrega de esta recapitulación en dos tiempo, cuando los desarrollos inmobiliarios triunfan, generan vacíos urbanos en otros barrios de la ciudad o en barrios de otros municipios de nuestras conurbaciones.


Uno de nuestros procesos estrella de degradación urbana es el barrio de Coronación (Vitoria-Gasteiz), barrio sumido en una espiral de desinversión en una ciudad cuyas expansiones han constituido un éxito estrepitoso: Lakua, Salburua y Zabalgana.




Coronación vs Salburua, Vitoria-Gasteiz

Como en el 56 el éxito de los cinturones industriales fue el fracaso inmobiliario de tantos y tantos pueblos, el éxito de los nuevos crecimientos residenciales degrada los espacios urbanos menos competitivos, los más vulnerables.


El desvío de sabia nueva hacía los nuevos desarrollos ha precipitado los procesos de degradación de barrios como el Casco Viejo o Coronación.


En la cuenta de viabilidad económica de Salburua deberían incluirse las pérdidas inducidas en barrios vulnerables. Con la miopía temporal se trasvasan fondos desde el común del futuro al promotor inmobiliario, con la miopía espacial trasvasamos fondos desde los sectores de población más necesitados a los más poderosos. Un ejemplo de justicia distributiva inversa que no apreciamos con nuestra  satisfecha miopía (por cierto, la inversión pública necesaria para revertir la espiral de Coronación esta cuantificada).


Este efecto será más grave en escenarios como el actual de regresión demográfica (al que nos referimos en el juego de la silla al revés: cada vez hay más sillas y menos jugadores. Hay que tener en cuenta que el fenómeno se manifiesta en tres frentes (falta de conservación, trabajo y desigualdad):




  1. En relación con la sostenibilidad urbana, nuestra gran debilidad y mayor amenaza es el déficit de conservación de la edificación. Aumentando el ratio global de metros construidos por habitante, estamos agravando el problema de dicha conservación.

  2. La mayor parte de los nuevos desarrollos residenciales reemplazan antiguos usos productivos, con lo que agravamos seriamente el ratio de empleos que generan riqueza por suelo destinado a otros usos. Aumentando los metros construidos residenciales sin el correlativo aumento de usos productivos o con su reducción, contribuimos a la ficción: ¿de qué vivirán los nuevos habitantes?

  3. Con los nuevos desarrollos residenciales aceleramos los procesos de abandono de los tejidos urbanos menos competitivos. La menor inversión en los tejidos existentes, ya sea porque los recursos son finitos (hay que repartirlos entre más m2) o porque resulte más fácil invertir en nuevos suelos, agrava la situación de la población más desfavorecida, aumentando la brecha social y la desigualdad.



Pero a más a más, la receta que hemos venido aplicando tiene consecuencias al futuro, porque la misma impide que se reproduzca de manera sistemática o continuada y por tanto,




  • condenan al resto de tejidos edificados, ¿De dónde saldrán los siguientes futuros compradores?, ¿De los barrios contiguos?, ¿De los municipios contiguos?....

  • la masividad resultante, por muy compacta que sea, deteriorará la calidad y el modelo urbano, por no decir que resulta imposible cumplir con los límites (art. 77 LvSU), a no ser que juguemos con el denominador, cambiemos la delimitación de ámbitos y el espacio urbano sea infinito y no lo es,

  • agrava cualquier intervención del futuro (¿cada 50 años?), obligando a crecimientos exponenciales imposibles para que a todo el mundo le salga gratis.


En síntesis, se demuestra que las técnicas que conducen a la viabilidad de las actuaciones urbanísticas llevan implícita su insostenibilidad (en su sentido pleno) a nada que uno haga las cuentas de una manera honesta.


Por tanto, las cuestiones son ¿Por qué no nos hacemos las preguntas correctas? y ¿Qué es lo que nos incita a ser contumaces en el error? Quizás sea que se vive mejor en la ignorancia y en el error, fruto de la visión cortoplacista.


Hasta aquí esta serie. Aunque por otra parte no la abandonaremos, puesto que la consideramos central siquiera en el discurso y practica del urbanismo que nos queda por ver.



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