La gentrificación, un estándar sin sentido

¿Cuál es el verdadero debate?



De tanto en cuando emerge en los medios de comunicación y en ciertos círculos de opinión, si no un debate, una reflexión sobre la gentrificación y no sabemos, si porque vivimos en una época ávida de eslóganes o de conceptos “chick” (que diría nuestro apreciado Fernando Lázaro Carreter en sus “dardos en la palabra”) o porque a nadie le interesa profundizar en las causas y orígenes de los fenómenos urbanos, pero tenemos la sensación de que la gentrificación no es más que un monigote o espantapájaros que se agita para esconder otras ideas, no tan confesables o admisibles para la ciudadanía.

Si recordamos la definición de Gentrificación que ya apuntamos en la serie de posts “Términos inventados [o no]”, es el proceso mediante el cual la población original de un sector o barrio, generalmente céntrico y popular, es progresivamente desplazada por otra de un nivel adquisitivo mayor.

Nos hemos quedado pensativos por un rato y nos ha venido a la cabeza la gran película de Milos Forman del año 1996, The People vs. Larry Flynt (El escándalo de Larry Flynt, basada en la disputa entre el reverendo Jerry Falwell y la revista pornográfica Hustler Magazine, cuyo editor y director era Larry Flint), concretamente en el pasaje donde, tras perder en todos los tribunales inferiores, el abogado Alan Isaacman defiende ante el Tribunal Supremo de los Estados Unidos, no solo la libertad de expresión, sino la posibilidad de importunar e incluso mofarse de los personajes y cargos públicos (minuto 3:50 del video, que puedes ver aquí en su versión en inglés, o aquí en su versión castellana).


Tras analizar el delito de libelo o difamación, el abogado entra en el núcleo del debate (aquí la transcripción integra del pleito):

Juez Marshall: ¿Por qué Hustler une a él -el reverendo Jerry Falwell- y a su madre?

Isaacman: Hustler sitúa a él y a su madre en una suerte de parodia literaria, si lo desea.

Juez Marshall: ¿Y qué objetivo público sirve el hacerlo?

Isaacman: Tiene el mismo objetivo público que el hecho de que Garry Trudeau diga que Reagan no tiene cerebro o que Bush es un llorón. Nos permiten ver a las figuras públicas de otra manera.

En este país tenemos una larga tradición de comentarios satíricos. Y si Jerry Falwell puede demandar cuando no ha habido un discurso de libelo, solo por el mero hecho del daño emocional, entonces también lo podrán hacer otras figuras públicas. Imagínense, entonces demandas contra personas como Garry Trudeau y Johnny Carson por lo que dicen en “The Tonight Show”.

Obviamente, cuando las personas critican a las figuras públicas, estas van a sufrir un daño emocional. Todos lo sabemos, es la cosa más fácil de reclamar y es imposible de refutar y eso es lo que lo hace un estándar sin sentido (“meaningless standard”). Lo que realmente hace es castigar el discurso impopular. Y este país esta fundado, al menos en parte, en que el discurso impopular es vital para la salud de nuestra nación.

Volvamos a la gentrificación.

En el marco urbanístico canalizamos todas las acciones a través de las actuaciones, sean de régimen general o especial, de transformación o edificatorias, en suelo en situación básica rural o urbanizado, en ámbitos continuos o discontinuos, de rehabilitación o de regeneración y renovación, integradas o meramente físicas, incluso de iniciativa/impulso público o privado. Pero todas comparten un nexo común, TODAS: el incremento de valor de los bienes inmobiliarios resultantes.

Resulta indistinto, el alcance, la extensión, la tipología, los usos, todas, absolutamente todas las actuaciones generan una mejora urbana y, consecuentemente, incrementos de valor y renta, que a su vez generan un desplazamiento de los moradores/propietarios/residentes anteriores, antes (los vendedores que capitalizan) o después (los que heredan y venden). Así lo es ahora y así lo ha sido a lo largo de la historia desde la ciudad amurallada. Solo hay una excepción, cuando los bienes son extraídos del mercado y son controlados por la administración (las Viviendas de Protección Pública y las dotaciones públicas).

Pero, todos sabemos que no es planteable, de manera sostenible, actuaciones 100% públicas donde todos los bienes sean ajenos al mercado o administrativamente controlados, precisamos de esos bienes lucrativos de mercado para que “paguen la ronda” de las cesiones de dotaciones, costeen la urbanización de las dotaciones y, en su caso, asuman los costes del derecho de realojo.

Por tanto, cuando se apunta el fenómeno de la gentrificación ¿Tiene algún sentido o es otra cosa la que se está apuntando? Si en todas las actuaciones urbanísticas todos sabemos que se produce gentrificación en sentido estricto ¿Tiene sentido denunciar lo que es consustancial a cualquier actuación? ¿Estamos ante un concepto sin sentido? ¿Estarán señalando los voceros de la gentrificación algo distinto, pero que no se atreven a decir? ¿estarán intentando castigar el “discurso impopular” de la propiedad privada como mecanismo de inversión, transacción económica y de libre mercado?

Pues al menos que sean honestos y cuidadosos, porque no se trata de que no haya regulación. Todos estamos de acuerdo en que en la moderación seguramente estará el equilibrio entre todos los intereses en juego, pero para ello ya hay técnicas disponibles, las cuales se siguen negando y, por ende, no aplicando.

Por tanto, si siempre se produce y no hay diferenciación ¿no es la gentrificación un estándar de análisis sin sentido?

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