¿DECRECIMIENTO? Hay plan B (y 2): Aclaraciones

Continuación al Plan B al decrecimiento de mano de Santi Peñalba.

Doblemente agradecido, por la publicación de mi modesta aportación y por los comentarios recibidos, me animo a dar continuidad a este intercambio de ideas y opiniones, así como a tratar de responder tanto a quién solicita sugerencias como, sobre todo, a quién me dice que le “ha sabido a poco”.

Entiendo para ello oportuno hacer una primera aclaración. Mi breve mensaje inicial se limitaba a advertir dos cosas. Por un lado, entiendo que asumir cuanto acontece, sin más, es una mala práctica. Por otro, quería subrayar que otros, muy cerca, en condiciones similares, actúan, y proponen soluciones muy distintas.

Por ello, valoraba favorablemente que se proponga tomar medidas ante un eventual decrecimiento, y prepararnos para ello, pero advertía a la vez que entendía que hay un plan B, que cabe por lo tanto elegir, que se puede intervenir también de otra forma, y me refería a ejemplos, esas eran algunas sugerencias, haré más.

Ilusionado por el interés y el debate, hecha esta aclaración, como decía, me animo a volver a este medio que nos acoge.

Desde la publicación en el año 2010 del libro “Indignez-vous!”, muchas cosas están cambiando. Vivimos tiempos convulsos; corremos de aquí para allá. Hoy son “Change the change” en Donostia, o los “Fridays for future” que se expanden portodo el mundo, algunas de las voces que llaman a la acción. Hemos de acertar en latoma de decisiones. Es urgente.

Como siempre, para ello, hemos de procurar encontrar el rumbo, y el equilibrio. Seguro que la solución no está en los ejemplos citados (Burdeos y Nantes), me refería a ellos para situar el otro extremo del recorrido del péndulo, lejos, muy lejos, de la hipótesis del decrecimiento, comprobando así que la oscilación ofrece una gran amplitud. Ello nos ha de permitir encontrar ese equilibrio, entre todos, si dejamos de mirar “cada uno sólo lo nuestro”, si tratamos de entendernos.

Esta es la cuestión. Para ello, debemos entender las distintas miradas y tratar de sacar de cada una aquello que nos devuelva el dominio del timón y propicie el equilibrio adecuado.

Hace ya más de diez años tuve la fortuna de conocer un lugar extraordinario, Khajuraho, en India, junto al río Khudar, un asentamiento del Siglo X que diez siglos después permanece con escasos cambios, todo ello propiciado por su abandono tiempo atrás por parte de sus habitantes, de forma que la vegetación creció y el bosque ocultó la edificación hasta su redescubrimiento por un capitán del ejército británico en 1838. Lo cito como un ejemplo tanto de la capacidad de recuperación del planeta, antaño al menos, como del resultado al que puede llevar el decrecimiento. Es posible que el bosque fagocite la ciudad, como algunos proponen. Sin embargo, ¿qué sería de sus ciudadanos?

Situados estos dos posibles extremos de la oscilación del péndulo, ¿seremos capaces de encontrar algún punto de equilibrio? Seguro que sí.

Una vez más, quiero animarle al amigo Jose Luis. Los últimos Planes Generales de nuestras ciudades ya no clasifican prácticamente nuevos suelos urbanizables: Soraluze, Ibarra y Bilbao son ejemplo de ello. Estamos aprendiendo a ordenar el futuro de nuestros municipios mirando hacia dentro, recuperando los suelos artificializados, regenerando el medio urbano preexistente, poniendo en valor los barrios y los lugares menos atractivos, para ser más eficientes. Y ello se está haciendo, como reclamas, teniendo en cuenta un ejercicio imprescindible de responsabilidad territorial para el cual la ordenación del territorio y el planeamiento urbanístico son instrumentos imprescindibles que debemos utilizar y poner en valor. En cualquier caso, seguro que se podrá hacer mejor.

Es cierto que el medio rural del territorio español se está desertizando, y que ello es un problema a considerar, como han evidenciado al otro lado de los Pirineos los "chalecos amarillos” haciendo frente a la hegemonía de las grandes metrópolis, o como nos mostró el referéndum sobre el Brexit.

Ocupémonos por lo tanto en evitar que ocurra igual en nuestro País, hagamos frente a los desequilibrios que apunta Jose Luis, a ese “declive sutil y continuo” de algunas áreas funcionales. A mi juicio, la hipótesis del decrecimiento no resolverá esas situaciones. Por ello, insisto en buscar una alternativa.

Para ello, entiendo necesaria otra aclaración: la alternativa, el plan B al que me refería, no es el crecimiento. La alternativa es sumar sugerencias, proponer soluciones, actuar frente a la situación advertida. Eso es lo que necesitan las generaciones venideras, lo que hacen Soraluze, Ibarra y Bilbao que han perdido población en la última década y proponen hoy nuevos planes generales de sus municipios para procurar invertir esa situación, para evitar que esa tendencia se haga crónica, para que la población no se vea obligada a abandonar su ciudad, como ocurrió en Khajuraho, y todo ello sin que crezcan sus áreas urbanas.

Y ello ha de hacerse tanto en las ciudades de mayor tamaño como en los asentamientos de menor dimensión, con esfuerzo, decisión e ilusión, esto es, con esperanza y optimismo, que no ingenuamente.

Ello podrá propiciar una atracción equilibrada de nuestro País, de forma que quienes opten por actuar puedan ganar y probablemente ganen; tan sólo perderán aquellos que no se preparen, de una u otra forma, para el futuro.

Esa capacidad de retención y de atracción de la población joven de nuestro sistema de asentamientos es la clave de nuestro futuro y debemos ser suficientemente hábiles para lograr que vaya necesariamente unida a la generación de empleo y alojamientos dignos; cabrá profundizar en ello más adelante.

Nuestro territorio tiene los activos necesarios para ser atractivo, y debemos ser conscientes de que se trata de una cuestión de solidaridad y, también, de supervivencia.

Comentarios

  1. Enhorabuena Santi por tu aportación sobre el decrecimiento. Desde mi disciplina, el medio ambiente, coincido plenamente con tu planteamiento y estoy segura que se puede remar en la dirección adecuada.
    Los municipios deben de plantearse que antes de consumir más suelo se pueden poner en valor suelos degradados o infrautilizados con un resultado mucho más equilibrado en cuanto al consumo de recursos.
    Confluir nuestras necesidades reales con las del planeta que nos soporta ya no es discutible, es urgente. Dejar entrar a la naturaleza en la ciudad puede ser uno de los caminos.

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