Los retos del Derecho Urbanístico en la modernidad líquida

Leyendo a Zygmunt Bauman


bauman


El verano siempre es un periodo de lecturas y reflexiones y este año ha tocado una obra de Zygmunt Bauman del año 2005, Los retos de la Educación en la modernidad líquida.


En esta obra se abordan las tensiones y disyuntivas que se le plantea a la sociedad, y al mundo educativo en especial, ante las características y condiciones en las que se desenvuelve el proceso educativo en la actualidad. Según Bauman, el síndrome de la impaciencia, la falta de compromiso con el conocimiento (sustituido por la acumulación de productos), la impredicibilidad del cambio (la volatilidad, la fluidez, la flexibilidad, lo plástico, lo ambiguo, lo paradójico, hasta lo caótico) y la escasa duración de la memoria (sustituida por lo instantáneo) caracterizan nuestra actual coyuntura social. Todo ello conforma una masa que ha ido derrumbando y disolviendo progresivamente todos los mecanismos del ordenamiento: Temas relevantes, asignación de la importancia, necesidad de determinar la utilidad y autoridades que determinen el valor (op.cit.)


En este escenario ¿Cuál es el papel del Derecho Urbanístico y el de sus operadores? y ¿Cuál es la reacción de los operadores (y la judicatura) antes las nuevas concepciones urbanísticas?


El derecho, sin perjuicio del contexto, los antecedentes históricos y legislativos, y la realidad social del tiempo en que han de ser aplicados, siempre se ha mostrado como un mecanismo de adaptaciones lentas y, si hablamos en materia urbanística, podríamos tildarlas de cuasi-estáticas. Ya sea por el principio de seguridad jurídica o la interpretación que se efectúa del derecho a la igualdad y la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos, el derecho urbanístico se nos presenta como la educación clásica, fuente de conocimiento dotado de un valor duradero (op.cit.)


El derecho urbanístico con su carácter dual de relaciones jurídicas y económicas parece que sigue viviendo en un mundo ajeno a las condiciones sociales que Bauman señala. Es cierto que existen múltiples reflexiones en la dinámica urbanística, por citar algunas: Los impactos ambientales, la sostenibilidad económica, el género, la lingüística, la salud, la desigualdad, la equidad tributaria, etc., o lo que Bauman podría identificar como la condición líquida del urbanismo. Pero a la hora de plasmar esas perspectivas y condiciones en el urbanismo aplicado, enseguida sale a la palestra el modelo clásico del urbanismo con sus barreras y rigideces, para domar primero y acabar derribando cualquier digresión o planteamiento que altere el negocio, el reparto de la edificabilidad y la limitación de cargas, la clasificación y la calificación del suelo, los estándares y las técnicas de reparto de siempre.


Sirvan como ejemplos, y a pesar de las sucesivas resoluciones del Tribunal Supremo incluidas (más de carácter formal que de fondo), como los operadores siguen resistiéndose al cambio, a esa modernidad liquida que Bauman nos señala. Parece resultar indistinto que la clasificación, en cuanto a haz de derechos y deberes, haya sido sustituida por el régimen de situación básica y de actuaciones (de potencialidad/flexibilidad y objetivos distintos), pues los operadores se resisten a salir de su supuesta zona de confort. Otro tanto se puede decir de la definición y aplicación del ejercicio de la facultad u obligación de participar en las actuaciones que señala el TRLSR: esto no hay que leerlo, punto. Que la legislación haya cambiado el foco y la dicción y que, con excepción de las actuaciones sobre el Medio Urbano (pero con un alcance distinto), no se exija la viabilidad económica del planeamiento, sino la sostenibilidad económica que es una cosa muy distinta: a nadie interesa los efectos del planeamiento sobre la Hacienda Pública y sobre la supervivencia social de los tejidos urbanos bajo condiciones de ausencia o insuficiencia de tejido productivo.


Los escenarios líquidos parecen ser ajenos a todos nosotros, como si viviéramos en una realidad paralela o parafraseando a Bauman:




En el pasado, el urbanismo adquiría muchas formas y demostró ser capaz de ajustarse a las cambiantes circunstancias, fijándose nuevos objetivos y diseñando nuevas estrategias. Pero, lo repito, el cambio actual no es como los cambios del pasado. En ningún otro punto de inflexión de la historia humana los urbanistas debieron afrontar un desafío estrictamente comparable con el que nos presenta la divisoria de aguas contemporánea. Sencillamente nunca antes tuvimos una situación semejante. Aún debemos aprender el arte de vivir en un mundo sobresaturado de información. Y también debemos aprender el aun más difícil arte de preparar las próximas generaciones para vivir en semejante mundo.



Bienvenidos a un nuevo curso de Orbenismo.

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