Cambio de paradigma: La actuación de regeneración urbana y los equilibrios de Nash


El presente post es un pequeño homenaje al profesor John Forbes Nash (Nobel de economía 1994), muerto el pasado día 23 de mayo.


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En la mayoría de las ocasiones los problemas más complejos se solucionan con las ideas más simples. En nuestro mundo urbanístico quizás no haya algo tan complejo de gestionar como las actuaciones sobre el medio urbano, donde el medio construido, las relaciones sociales y económicas, la pluralidad de propietarios, la escasez de medios, los derechos existentes y otros conceptos han supuesto la inacción crónica con los efectos que estamos empezando a padecer. Pero qué pasa si pudiéramos contemplar el problema desde otra óptica.


Hasta la aparición de la teoría de juegos de Nash (o anteriormente, equilibrio de Cournot de 1838), la economía, esa ciencia que raramente es capaz de predecir resultados, se basaba en los postulados del padre de la economía moderna, Adam Smith´, descritos en su archifamoso “La riqueza de las naciones” de 1776. Dentro de sus aportaciones más notables se encontraba el planteamiento de que, gracias a la apelación al egoísmo de los particulares se logra el bienestar general:

“Cada individuo en particular pone todo su cuidado en buscar el medio más oportuno de emplear con mayor ventaja el capital de que puede disponer. Lo que desde luego se propone es su propio interés, no el de la sociedad en común; pero esos mismos esfuerzos hacia su propia ventaja le inclinan a preferir, sin premeditación suya, el empleo más útil a la sociedad como tal...


Ninguno por lo general se propone primariamente promover el interés público, y acaso ni aún conoce cómo lo fomenta cuando no lo piensa fomentar. Cuando prefiere la industria doméstica a la extranjera sólo medita su propia seguridad; y cuando dirige la primera de modo que su producto sea del mayor valor que pueda, sólo piensa en su ganancia propia; pero en éste y en otros muchos casos es conducido como por una mano invisible a promover un fin que nunca tuvo parte en su intención.”



Esta era la doctrina oficial hasta que en su tesis doctoral de 1951 John Forbes Nash definió los equilibrios que hoy llevan su nombre y que vinieron completar el planteamiento de Smith, al considerar que en mundo competitivo, para el mejor resultado, cada miembro del grupo debe hacer lo mejor para él mismo y para el grupo, esto es lo que se denomina un punto de equilibrio de acuerdo con la teoría de juegos. En términos económicos, es un tipo de equilibrio de competencia imperfecta que describe la situación de varias empresas compitiendo por el mercado de un mismo bien y que pueden elegir cuánto producir para intentar maximizar su ganancia.


Quizás el mejor ejemplo de un equilibrio de Nash es la variación del conocido “dilema del prisionero” donde el resultado es mejor para todos si todos cooperaran entre ellos y no declararan, pero, dado que cada cual persigue su propio interés, y ninguno puede confiar en que nadie declarará, todos deben adoptar la estrategia de declarar, lo que termina en una situación (equilibrio) en la cual cada uno minimiza su posible pérdida. Lo curioso es que, efectivamente si cada jugador individual actúa de manera egoísta, minimiza las perdidas y obtiene una ganancia media pero segura. Ahora bien, si cooperan maximizarían la ganancia tanto a nivel individual como de grupo




[caption id="attachment_2161" align="aligncenter" width="700"]tabla1 Fuente: MENCEY MACRO[/caption]

También podemos recurrir a la eficacia narrativa de Hollywood: este pasaje de la película “Una mente maravillosa” lo explica con brillante sencillez.

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Supongamos que fuera cierto que en la campaña electoral todos se hubieran comprometido a rebajar impuestos y que los elegidos respetaran su compromiso, esto propiciaría la situación óptima de cada uno de los individuos, pero ¿La suma de lo óptimo para cada individuo procuraría la mejor situación colectiva?


Lo ideal para cada individuo sería que pudiera aparcar cerca de su destino, sin límite temporal y sin coste adicional. En un entorno en que la demanda supere la oferta, es necesario regular las opciones individuales. En algunas ciudades la OTA es gratis porque se respeta la limitación horaria sin necesidad de vigilantes; sin embargo, en un entorno en que los individuos no respetan las normas es necesario que la autoridad haga cumplir la regulación preestablecida, por lo que, además de limitar el tiempo de aparcamiento, los individuos tienen que pagar el coste de la vigilancia.


La regulación española de las comunidades de vecinos responde a la visión más miope de las posibles sugeridas por la tesis de Adam Smith: la regla genérica de la unanimidad maximiza la soberanía del individuo en orden a procurarse el mayor beneficio particular, hasta el punto de generar un perjuicio común y para todos los individuos por falta del mantenimiento necesario.


Cuando pasamos de la escala del portal a la del ámbito de barrio en que se cuecen los fenómenos de degradación urbana, el egoísmo impide tanto el análisis como la adopción de las medidas adecuadas en materia de rehabilitación sincronizada de la edificación, de reurbanización y de recualificación.


Pero Nash guarda una segunda derivada de su concepto de los equilibrios, es la teoría del valor añadido. Cómo determinar el valor total que se puede crear por la “coalición” y la incidencia de que un jugador la abandone. La clave es que el valor añadido no depende de lo que uno hace, sino de lo que los demás pueden hacer comparado con lo que uno mismo puede hacer, de tal suerte que en ocasiones la pérdida de un miembro para el grupo es mayor que valor particular del mismo.


Una traslación de la teoría del valor añadido a nuestra actuación de regeneración urbana sería la incidencia de las insolvencias, aquellos propietarios que no puedan hacer frente a los costes de la rehabilitación y la regeneración. Cuánto cuesta posponer la intervención al momento en que a todos los propietarios les venga bien? Cual es el sobrecoste necesario para  evitar la posposición de la intervención? Está claro que la pérdida patrimonial que generará la degradación del barrio es mucho más importante que el esfuerzo financiero que requeriría que la actuación asuma y resuelva las dificultades de tesorería de algunos de los socios de la actuación. No deberíamos afrontarlas bajo la perspectiva de que el mejor resultado se produce cuando cada miembro del grupo (el vecino) hace lo mejor para sí mismo (su propiedad) y para el grupo (el barrio)?


Como dice el profesor John Nash en el pasaje de la película es la dinámica rectora, caballeros, la dinámica rectora. Adam Smith se equivocó. Descanse en paz.


P.D.: Alguien puede encontrar cierta similitud del matemático Martin Hansen (El oponente intelectual de Nash en el video) con el comportamiento de algún agente urbanístico?

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