[Nuevas ideas] Participación ciudadana vs. Bottom-up processes
Un reciente artículo de El País sobre un “barrio de Valencia que puede convertirse en un ejemplo mundial” nos permite traer a colación el debate sobre la necesidad de redefinir la participación ciudadana en el planeamiento, como instrumento clave para la regeneración urbana.
Los procesos de participación están llamados a ser redefinidos y más aun en el ámbito urbanístico. Es cierto que el modelo urbanístico imperante es fruto de una visión acorde a nuestra evolución bajo un estado paternalista, al cual culpamos de todos nuestros males a las primeras de cambio (la culpa nunca la tenemos nosotros). Pero lo que queda claro es que, en el modelo de participación que hemos conocido hasta la fecha, falta una segunda parte de la proposición, la relativa a los deberes como parte inherente al derecho de la participación. Por otro lado, las formulaciones evanescentes o desestructuradas de los procesos informales de participación, poco ayudan a aportar la necesaria claridad, compromiso y responsabilidad ciudadana, que hasta el momento han estado basados más en las “apetencias” y en situaciones de oportunidad.
[caption id="attachment_1593" align="alignnone" width="700"] Fuente: www.communitymatters.org[/caption]
Por esta razón, es momento de darle una vuelta de tuerca a la participación ciudadana, de dar un paso adelante asumiendo los deberes de la propiedad y conformar el proceso participativo bajo una sistemática bottom-up (de abajo arriba) o también denominado botton-up planning.
Pero que es el bottom-up planning?
Frente al concepto clásico del planeamiento (Top down), el urbanismo emergente o “bottom-up planning“, se diferencia de la planificación urbana en el hecho de que, en gran medida, se basa en la participación ciudadana como punto importante en la “construcción” de la ciudad y permite conocer todas las variables que pueden afectar al proceso, sistema o resultado.
Pero el Bottom-up planning además de ser un proceso de participación ciudadana, va más allá de la propuesta y decisión sobre el destino de parte de los recursos municipales. Supone la participación directa y el compromiso personal en las aportaciones económicas vinculadas a las decisiones adoptadas. No se trata de disparar con pólvora del rey, sino con la propia. Y en cualquier caso, las aportaciones no son a través del sistema tributario (IBI, IRPF, IVA, etc.) falsamente redistributivo.
Uno de estos ejemplos de esta participación comprometida es el referido en el artículo de El País, donde los arquitectos María García Méndez y Gonzalo Navarrete Mancebo (www.improvistos.org) han desplegado en el barrio de Orba, en Alfafar, a las afueras de Valencia, toda una batería de estrategias alternativas, al margen de la iniciativa pública, pero en todo caso colectiva. Basados en las experiencias de cohousing, vivienda colaborativa, uso alternativo y adaptativo de espacios públicos y privados, todo bajo una perspectiva multidisciplinar para alcanzar a estructurar lo que se ha venido a denominar una arquitectura progresiva.
El siguiente reto de esta arquitectura progresiva es afrontar el problema del coste o financiación. Nuevamente, el barrio mira a la administración local, pero es aquí donde debería venir el llamado a continuar con la implicación personal y desplegar de una manera plena el proceso Bottom-up. Asumir por parte de los ciudadanos-propietarios lo que han decidido. Asumir que si ellos son los mayormente beneficiados, son ellos los que tienen que asumir el coste o financiación para convertirse en un autentico referente de transformación urbana y social del habitat.
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